Cultura ciclista

Seis motivos para no tener coche

Te damos seis motivos para no tener coche, pero podrían ser muchísimos más: el corazón y la cabeza nos aconsejan que escapemos de la dictadura de las cuatro ruedas para llevar una vida más saludable, generosa, eficiente y feliz.

Dinero

Resulta curioso escuchar a tanta gente protestar: que si el precio de la gasolina, que si el del seguro, que si tal o cual impuesto, la plaza del garaje, las reparaciones o, por supuesto, las multas. ¿No sería más sencillo, en vez de quejarse, eliminar todos esos gastos de un plumazo? Según la revista especializada Autopista, el gasto mínimo de mantener un coche son 3.500 euros al año, sin contar el precio de compra del propio coche, que está en una media de 20.000 euros. Eso supone que, entre unas cosas y otras, en diez años podemos gastar en el automóvil más de 60.000 euros… ¿Cuántas cosas podrían hacerse con todo ese dinero?

Contaminación

El 80% de la contaminación en las ciudades españolas se debe al tráfico rodado. El 95% de los españoles respira aire contaminado. Ecologistas en Acción asegura que sólo en España 20.000 personas mueren al año de forma prematura “por afecciones derivadas de la contaminación del aire”. Y en importantes ciudades como Hamburgo o París ya se han disparado las alarmas, manejándose medidas drásticas como prohibir la entrada a la ciudad de vehículos con motor diésel o, directamente, eliminar los coches de las calles.

El 80% de la contaminación urbana se debe al tráfico rodado… ¿Quieres ser cómplice?

Sedentarismo

Las personas que poseen un coche y televisor son más propensas a sufrir enfermedades cardiovasculares. Lo aseguran muchos estudios, entre otros uno de la revista European Heart Journal, que dice que practicar ejercicio físico regularmente reduce hasta un 14% el riesgo de sufrir un infarto de miocardio. El sedentarismo es todavía más peligroso que la hipertensión, el tabaco o la diabetes, y pocas cosas hay más sedentarias que desplazarse para cualquier cosa, en un coche.

Eficiencia

Sí: quizá, en una cuesta arriba o una prolongada recta, el coche va más rápido que otros medios de transporte. Pero empieza a sumar: ir hasta el coche, entrar, ponerse el cinturón de seguridad y arrancar. Sacar el coche de su plaza de aparcamiento. Desplazarse y, en el trayecto, verse de vez en cuando (cada vez con más frecuencia) en atascos. Estresarse, discutir con algún otro conductor, pelear por ver quién entra o sale antes de un carril. Y, finalmente… Llegar. ¿Y qué hago con el coche? Aparcar en calles donde cada vez hay menos plazas. Una vez hecho, desplazarse hasta una máquina para sacar (y pagar) el ticket de la zona de estacionamiento regulado. Completar (si es que la máquina funciona) todo el largo y tortuoso proceso. Regresar al coche, meter el papel y… ¡Hacer lo que sea rápido, porque en un rato habrá que mover el coche o volver a sacar un papel! En serio… ¿De verdad crees que es más rápido usar el coche?

Tener un coche ostentoso no es síntoma de lo que uno tiene, sino de lo que carece

Ya no es ‘cool’

No, señores: tener un determinado coche ya no es lo más. Pese a la crisis económica, ni Mercedes, BMWs, Audis o incluso Ferraris llaman la atención por la calle: en algunos casos, hay tantos que hasta parece que los regalan. Conducir un coche carísimo y llamativo ya no se identifica tanto con triunfar en la vida sino con términos como injusticia, corrupción, desigualdad económica, prepotencia o egoísmo. Tener un coche enorme y ostentoso ya no es síntoma de lo que uno tiene sino de lo que uno carece. Y sí, la bicicleta está de moda, pero no es un capricho irracional o pasajero: si está de nuevo en auge es por su practicidad, comodidad y, no nos engañemos, ser muchísimo más divertidas que pasarse el día encerrados en un gigantesco armatoste desesperándonos por movernos tan lento.

Alternativas

Y sí: hay alternativas al coche. Muchas y muy saludables, cómodas, rápidas y divertidas. Para trayectos urbanos cortos y medios, uno puede caminar o, por supuesto, usar nuestro vehículo favorito: la bicicleta. Si hay que ir un poco más lejos, se puede usar el transporte público (en el que, a diferencia de un coche, se puede por ejemplo leer un buena novela), que también puede combinarse con la bici para obtener una eficiencia y rapidez extraordinarias. Si uno no quiere ni preocuparse de una bici, puede recurrirse en la mayor parte de las ciudades a los sistemas de bicicleta compartida. ¿Y para viajar? Haz cálculos. Si tienes que desplazar a toda una familia, equipaje y en tu destino crees que necesitarás también un coche, haz tus cálculos: ¿Estás seguro de que no será más rentable y menos engorroso alquilarlo durante unos días, y ahorrarte ese problema el resto del año?