Cultura ciclista

Salva Rodríguez: “Todo el que hace un gran viaje en bici quiere repetir”

Salva Rodríguez dejó su confortable vida como profesor en Granada y, en 2006, empezó a pedalear. Diez años después había recorrido el mundo: un viaje que narra en varios libros y cuya última entrega, sobre Europa, se publicará en noviembre.

¿Cómo, y por qué, empezó tu viaje?

Era enero de 2006 y no me gustaba mi vida. Era profesor, tenía dos meses de vacaciones y me pasaba el resto del año queriendo vivir, viajar, como en esas ocho semanas… Ya había estado a punto de partir en 2002 y 2003, pero me frenaban los miedos habituales: qué haré cuándo vuelva, pederé mis amistades, cómo me reincorporaré a la sociedad… Pero cuando ya no pude más, cuando vi que necesitaba aventuras, me di cuenta de que tantos miedos no tenían justificación y salí a pasar los diez mejores años de mi vida.

¿Qué pensabas al partir?

Nadie sale teniendo claro que dará la vuelta al mundo. Yo lo hice pensando en viajar dos o tres años, en que podía salir bien o mal, pero teniendo también claro que quería cruzar, al menos, África. Pero al empezar el viaje me di cuenta de lo mucho que me gustaba, de cómo disfrutaba, así que llegué hasta Turquía y, ya puestos, tiré hasta Japón. Cuando llevaba tres años de viaje decidí que tenía que completar la vuelta al mundo, me enamoré definitivamente de esa forma de vivir sobre una bicicleta… No tenía  nada mejor, la verdad.

Salva Rodríguez (foto: http://unviajedecuento.weebly.com/)
Salva Rodríguez (foto: http://unviajedecuento.weebly.com/)

¿Por qué viajar en bicicleta?

Porque la bicicleta te abre las puertas de las casas y los corazones de las personas. Porque la bicicleta no tiene ventanas ni puertas tras las que guarnecerse, y porque en ella estás expuesto a la lluvia, el viento, el calor, la nieve y, desde luego, la gente. El contacto con todo es completo, muy intenso. Es el vehículo perfecto.

“La bicicleta te abre las puertas de las casas y los corazones de las personas”

¿Qué aprendiste en ese viaje?

A confiar en la gente y tener más seguridad en mí mismo. En confiar en mis posibilidades, en saber que soy más que la marca de tabaco que fumo o el seguro que he contratado. Aprendí a no tener miedo de la gente. En Europa vivimos en una burbuja con miedo a los demás, cuando el otro es lo mejor que hay en el planeta. La hospitalidad, la generosidad, han sido las grandes lecciones de este viaje.

A lo largo de esos diez años… ¿viviste alguna crisis?

La única fue al final del viaje, en Europa. La frialdad de nuestro continente, de los europeos, me hicieron acelerar el regreso. Por supuesto antes tuve crisis de agotamiento, cruzar el Tíbet o los Andes es muy duro, algo que me exigió parar, pero nunca dejar de viajar.

¿Cómo se vive viajando en bici?

Con 200 euros al mes. Acampando, durmiendo con la gente, cocinando en cualquier lado… En muchos mercados de África o Asia comes por apenas un dólar. Y vives recorriendo las carreras más recónditas, conociendo lugares remotos y muy alejados de los destinos turísticos.

Salva Rodríguez (foto: http://unviajedecuento.weebly.com/)
Salva Rodríguez (foto: http://unviajedecuento.weebly.com/)

Cuando recuerdas el viaje… ¿qué es lo más emocionante?

La intensidad de África. Conocer y estar en sus aldeas tribales. África sigue siendo un lugar único, lejano, en este planeta globalizado. Es maravilloso ver cómo todavía se conservan costumbres de hace hasta 5.000 años.

Y, además, escribías libros.

Sí, uno por continente: África, Asia, América y acaba de publicarse el de Europa. Empecé a escribir para ordenar mis ideas, pero después también fue por necesidad económica. Era una apuesta para poder seguir pedaleando… Si hubiese salido mal habría terminado trabajando en Japón o EE UU, pero por suerte salió bien y pude continuar el viaje.

¿Con qué equipaje se da la vuelta al mundo en bicicleta?

Tienda de campaña, saco de dormir, mucha comida, poca ropa (dos mudas), un botiquín básico (lo superficial se cura en cualquier sitio, y para lo grave no suele haber solución)… También, durante una época, llevaba un clarinete para entretenerme. Y, como capricho, un termo, porque el café es una de mis pasiones.

¿Qué es lo más duro en un viaje así?

La distancia con tus amigos y familiares. A veces quieres hablar de cosas importantes, necesitas resolver un problema, y no tienes un amigo para hablarlo tomando una cerveza. Por supuesto que, durante el trayecto, haces amistades, pero duran poco y es gente a la que acabas de conocer. El factor emocional es el gran peaje de este tipo de viajes.

“El factor emocional es el gran peaje de este tipo de viajes”

¿Te cruzabas con cada vez más viajeros ciclistas?

Sin duda. Es una tendencia creciente… Hace 25 años era casi imposible encontrar unas buenas alforjas, ahora hay hasta en Marruecos. El cicloturismo ha estallado, hay lugares como la Patagonia o la Ruta de la Seda donde te cruzas con muchos ciclistas. ¿El por qué? Supongo que, a partir de los años noventa, hay cada vez más libros, blogs, gente animándonos los unos a los otros. Es una bola imparable: no conozco a nadie que haya hecho un gran viaje en bici y no quiera repetir.

Después de recorrer el mundo… ¿eres optimista o pesimista?

Mucho más optimista. Ver el mundo me ha convertido en un optimista radical. Hay menos guerras, menos injusticias, más mujeres que viven mejor y más esperanza de vida. Cuando viajas ves que la gente te abre sus puertas, y que rodamos hacia un mundo mejor.

“Ver el mundo me ha convertido en un optimista radical”

¿Y al volver? ¿Qué pensaste?

Entré por los Pirineos y tardé cuarenta días en cruzar España. Al principio fue impactante, muy emotivo… Y descubrí cosas buenas. Ya no me pitaban desde los coches, creo que hay más respeto y que la gente ha aceptado bastante a los ciclistas. En otras cosas, en cambio, hemos ido a peor: hay más gente con poco dinero, muchos colectivos pasándolo mal. Respecto a los amigos y la familia, ocurrió algo mágico: aunque hubiesen pasado diez años, era como si les hubiese visto ayer. No daba crédito: había pasado una década pero era como si todo lo vivido fuese una burbuja propia, un tiempo que sólo había transcurrido para mí. Salvo que todos habían tenido hijos y tenían un poco menos pelo, era como si no hubiese marchado.

¿Qué haces ahora?

Vivo en Granada. He vuelto a la enseñanza, tengo una pareja mexicana… Y creo que nuestro paso será transitorio. Estaremos cinco o diez años, y volveremos a viajar.

¿Cómo te sientes?

Mucho más feliz que antes. He aprendido a vivir el presente de manera enfermiza, he eliminado rencores y miedos… Creo que me ha enseñado a mirar la vida con más ligereza. Una amiga me dijo, al volver, que se me había puesto la cara que tendría alguien que no ha tenido que trabajar nunca.

Y, también, pronto publicarás el libro de tu viaje por Europa.

Sí… Un lugar muy especial. Es el lugar perfecto si te vas de vacaciones buscando confort, pero como aventura es aburridísima. La aventura más grande que puedes vivir en Europa es irte del camping sin pagar, y la gente, comparada con África, Asia o América, es francamente aburrida. En esos lugares estás acostumbrado a hacer amistad con la gente, nunca estás solo, mientras que aquí todo el mundo tiene prisas, no se abre y no siente ninguna inquietud por el otro.

¿Y tu bicicleta? ¿Qué ha sido de ella?

Ahí sigue… Es mi bici, la única que tengo, con la que sigo yendo al instituto y de la que mis alumnos se ríen, diciendo que es una chatarra. He pasado momentos muy duros con ella, he llegado a odiarla, pero no me planteo cambiarla. Es mi bici, seguirá siéndolo y habrá que seguir usándola.