Bicicletas

Seis excusas para no usar la bici… y cómo rebatirlas

Todos los ciclistas urbanos las hemos escuchado alguna vez. Son las típicas excusas para no usar la bici: argumentos fácilmente desmontables que esgrimen muchos para descartar la bicicleta como medio de transporte urbano.

Si hace poco veíamos cuáles son las seis principales razones para apostar por la bicicleta para ir al trabajo, hoy le damos la vuelta a la tortilla. Estas son las seis excusas más habituales que muchos ponen para no usar la bicicleta como alternativa de movilidad urbana… Y algunos argumentos para rebatirlas.

1. “Hay muchos coches y es muy peligroso”. Desgraciadamente, la mayoría de nuestras ciudades se han planificado con el coche como protagonista absoluto, lo que lleva a muchos conductores a dar por hecho que la calle es suya. Más allá de la siempre necesaria prudencia, el miedo es infundado: según datos de la DGT, 9,5 millones de españoles utilizaron la bicicleta al menos una vez a la semana en 2012, último año del que se disponen datos. El número de víctimas en vías urbanas ascendió a 20 ciclistas, un número infinitamente más bajo que el de conductores de otros vehículos, como las motocicletas. Pero más allá de los datos, una cosa es indiscutible: cuantos más ciclistas haya en una ciudad, más seguro será circular por ella, pues la bicicleta contribuye de manera decisiva a pacificar el tráfico y reducir su velocidad. Además, en toda ciudad existen infinidad de rutas alternativas para llegar a tu destino: calles tranquilas, sin apenas coches, por las que pedalear a tu ritmo y descubrir rincones en los que antes nunca te habías fijado.

2. “Hay muchas cuestas… me da pereza”. Si algo aprende el ciclista urbano novato en sus primeras semanas es que pedalear es un ejercicio muy agradecido. Aquella cuesta que al principio se hacía dura pronto se vuelve sorprendentemente asequible. Además, todas las ciudades con importantes desniveles cuentan con una ventaja obvia: tras una cuesta arriba, siempre viene una cuesta abajo. Y para los que verdaderamente resulta un reto inasumible, las bicicletas eléctricas son una opción perfecta. En cualquier caso, la pereza se desvanece pronto: en cuanto te das cuenta de la incomparable sensación de desplazarte por la ciudad con tu propia energía ardes en deseos de coger tu bicicleta cada día. Y entonces te preguntas cómo es posible que no les dé pereza a los que usan el coche enfrascarse cada mañana en interminables atascos y llegar al trabajo de mal humor.

3. “No quiero llegar sudado a mi destino”. Una de las creencias más firmemente arraigadas es la que da por sentado que ir en bicicleta es un ejercicio intenso. Esta idea, adherida en la mentalidad colectiva por la fuerte tradición que en nuestro país ha unido siempre la bicicleta al ocio y el deporte, esconde una trampa: la bicicleta puede ser un ejercicio agotador, pero sólo si queremos que lo sea. De la misma manera que podemos caminar sin prisa, disfrutando del paseo, es perfectamente posible pedalear a ritmo tranquilo y evitar el sudor. Si aun así aparece, una camiseta de repuesto siempre soluciona el problema y no ocupa apenas espacio.

4. “Vivo muy lejos del trabajo”. Más de la mitad de los desplazamientos urbanos para los que se emplea el coche cubren distancias ridículas: menos de tres kilómetros, según la asociación Europe By Bike. Distancias perfectamente asumibles en bicicleta por cualquier persona. Es cierto que hay quien vive mucho más lejos de su lugar de trabajo, por lo que el coche parece imprescindible. Pero aun así existen alternativas, como la combinación de bicicleta y transporte público. A ese respecto, Renfe permite subir bicicletas en sus trenes de cercanías, una opción que gana cada vez más adeptos. Los que la practican afirman que ese pequeño trayecto desde la estación hasta su casa o lugar de trabajo es, a menudo, el mejor momento del día.

5. “Tengo miedo a que me la roben”. No existe el candado perfecto, ni la bicicleta imposible de robar. Pero con un buen candado o una buena U (o ambas cosas) se soluciona gran parte del problema. Muchos de aquellos consejos los abordamos en nuestro reportaje “¡Alerta: cacos!“. Al final, se trata de una cuestión de sentido común: además de asegurar bien a tu compañera, procura no dejarla en lugares poco concurridos.

6. “Las bicis son muy caras”. Puede sonar ridículo, pero hemos escuchado este argumento en más de una ocasión. Rebatirlo es tan sencillo como preguntarse cuánto cuesta comprar y mantener un vehículo privado: gasolina, reparaciones, seguros, impuestos… La conclusión es clara: cualquier bicicleta, por muy cara que sea, siempre será infinitamente más barata que un coche o una moto. Eso sí, conviene no olvidar que la única bicicleta cara es aquella que no se utiliza. Así pues… ¡dale uso!