Ciudades

Movilidad en estado de alarma: ¿Por qué car sharing y moto sharing sí y bike sharing no?

Mientras se suspenden los sistemas de alquiler de bicicletas por el coronavirus, las empresas de car sharing y moto sharing siguen operando con normalidad.

La respuesta a la pregunta que lanzamos en el titular es tan sencilla como triste: porque seguimos siendo una sociedad atrasada en materia de movilidad. Sólo así se puede explicar que, en plena crisis por el Covid19, se hayan suspendido los principales sistemas de bicicleta compartida mientras siguen operando las empresas de car sharing y moto sharing, que en los últimos tiempos han crecido exponencialmente en las principales ciudades españolas.

Durante estos días hemos visto cómo servicios como BiciMad en Madrid o Bicing en Barcelona echaban el cierre por orden de los respectivos ayuntamientos de ambas ciudades. ¿El motivo? El riesgo de contagio a través del contacto con el manillar. De manera paralela, las empresas de car sharing como Car2Go, Emov o Zity, se limitaban a hacer un llamamiento a sus clientes para que evitaran hacer “desplazamientos que no sean imprescindibles”, al tiempo que se afanaban en limpiar sus vehículos con más profusión de lo habitual. Compañías como Wibble aseguran haber triplicado los recursos destinados a la desinfección de los coches, lo que se realiza con productos antivíricos y a base ded pulverización electrostática, procedimientos certificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según un estudio de ‘The Journal of Hospital Infection’, los coches de car sharing son vectores de contagio

Aun así, los riesgos no son pocos. Según un estudio publicado en The Journal of Hospital Infection, que toma como base el SARS de 2003*,* los coches de car sharing son vectores de contagio para analizar su capacidad de sobrevivir fuera del cuerpo humano sobre diferentes superficies. Los datos recogidos en él por 22 estudios previos arrojan una supervivencia del coronavirus fuera del cuerpo humano desde unas pocas horas hasta nueve días sobre superficies como el metal o el plástico. Otro estudio, en este caso realizado en Estados Unidos por la Fundación AAA para la Seguridad del Tráfico, concluyó que en el habitáculo de un coche compartido se encuentran un 33% más de gérmenes y bacterias que en un coche particular.

Motos compartidas de la empresa Ecooltra.
Motos compartidas de la empresa Ecooltra.

Más extraño aún es el caso de las empresas de motosharing, que siguen funcionando en este estado de alarma. Las motos de empresas como Acciona, Ecooltra, Movo o Mooving. En ellas, además de tocar el manillar al estilo de como se hace en una bicicleta, los usuarios también comparten casco, lo cual hace aún más incomprensible la decisión de las autoridades de que sigan operando al compararlas con la bicicleta.

En Ciclosfera nos preguntamos ¿Cuál es el sentido de esta paradoja? ¿No existe un riesgo de contagio similar en todos medios de transporte, o incluso menor en el caso de un vehículo de las características de la bicicleta? Y volvemos a remitirnos a los datos e informaciones que llevamos varios días compartiendo con toda nuestra comunidad de lectores: los médicos a los que hemos consultado no se explican la prohibición del uso de la bicicleta. Las autoridades de lugares como Nueva York o Alemania han recomendado el uso de la bici para desplazarse por la ciudad. E incluso el tránsito de ciclistas se mantuvo incluso en los días más crudos de la cuarentena en Wuhan, epicentro del virus.

En España sigue muy arraigada la idea de que la bicicleta es un juguete para niños o una herramienta de recreo o deportiva una vez somos adultos

La principal diferencia con España es que en la gran mayoría de esos casos se entiende lo que en Ciclosfera llevamos tratando de explicar desde que la revista viera la luz en 20012: que la bicicleta es más que un deporte, un medio de transporte. El mejor para desplazarse de un lado a otro de la ciudad. El más ágil, rápido y sostenible. El que más contribuye a crear ciudades más amables y respirables. Desgraciadamente, en España -como en otros tantos lugares del planeta- sigue muy arraigada la idea de que la bicicleta es un juguete para niños o una herramienta de recreo o deportiva una vez somos adultos. Y por ello se confunde, inevitablemente, al ciclista que pedalea a su puesto de trabajo con el que lo hace enfundado en un maillot para ponerse en forma incumpliendo las recomendaciones sanitarias.

Hay quien puede pensar que este tipo de asuntos relacionados con la movilidad son, en estos momentos, de una importancia secundaria. No hay duda de que la salud es lo primero, y en esa batalla estamos todos inmersos. También los que hacemos Ciclosfera. Pero cuando esta situación pase, y esperamos que sea lo antes posible, será el momento de repensar muchas cosas.  Nuestra manera de relacionarnos y cuidarnos. De entender la importancia de los servicios públicos. De trabajar. Y también la manera en que nos movemos de un lugar a otro en nuestras ciudades. Y en ese nuevo modelo, la bicicleta habrá de jugar, sí o sí, un papel protagonista.