Cultura ciclista

Constructores de cuadros: volver a las raíces

De España a Japón, nos adentramos en el fascinante mundo de los constructores artesanales de cuadros de bicicletas, responsables de seguir manteniendo con vida esta tradición a base de amor por el trabajo bien hecho.

Corren tiempos de consumo desmedido, una época en la que la costumbre es comprar, usar, tirar y volver a comprar. Una realidad que no es ajena al mundo de las bicicletas pese a que este vehículo siempre llevó asociada la palabra sostenibilidad. Sin embargo, desde hace tiempo la fabricación industrial y la importación desde países lejanos marca la pauta, y el precio parece primar sobre factores como la calidad, la fiabilidad y la durabilidad.

En este escenario se han vuelto a abrir paso, poco a poco, los constructores artesanales de bicicletas. Profesionales que hacen bandera del amor por el trabajo minucioso y los detalles más pequeños que, a menudo, marcan la diferencia. Personas que diseñan una montura desde cero y mano a mano con el cliente, con quien establecen una cercanía impensable en cualquier otra bici fabricada de manera industrial.

Para toda la vida

“Empecé en este mundillo por necesidad propia, después de andar mucho en bici por Madrid”, explica Andrés Arregui, uno de los constructores artesanales que más renombre han adquirido durante los últimos años en España y uno de los responsable de la Escuela Técnica de la Bicicleta, que cuenta con un número de alumnos cada vez mayor. “Me dedicaba fundamentalmente a la mecánica, pero me di cuenta de que si quieres controlar el carácter de una bici y cambiar sus características, lo que tienes que hacer es el cuadro desde cero”.

Andrés Arregui.
Andrés Arregui.

Para Arregui, las bicicletas que encontramos en cualquier tienda no sirven para todo el mundo “Si tienes una altura y un peso que están en la media”, explica, “y vas a usar tu bicicleta según los estándares del mercado, es posible que éste tenga algo para ti: basta con hacerse un estudio biomecánica y, con unos cuantos ajustes, todo quedará perfecto. Pero hay otra opción: que quieras una máquina que responda a tus gustos y necesidades personales, o a una posición de conducción concreta. En ese caso, no hay nada mejor que una bici hecha a medida, porque nosotros diseñamos la bicicleta en torno a la persona, y no al revés”.

Esa filosofía permite, según este constructor madrileño, “fraguar con el cliente una relación directa”. Ese es uno de los puntos fuertes de su trabajo y, en su opinión, de los que más satisfacción generan. “Si, con el paso de los años, el cliente tiene cualquier tipo de dudas, el constructor estará ahí para ayudarle, asesorarle u ofrecerle la solución que necesite en cada momento. Porque esa es mi misión: hacer bicicletas que duren, y se usen, durante toda la vida”.

Aprender bien, construir mejor

Pablo Hervás, fundador de B Bloque Bikes, fue uno de los alumnos de Arregui. Y, como él, tiene clara la importancia de una buena formación para alcanzar la excelencia en la construcción artesanal de cuadros. “De pequeños, reflexiona, “vamos a la escuela para sentar las bases del aprendizaje ante la vida, y del mismo modo es necesario aprender nociones básicas de este oficio acudiendo a un curso, o formándote con alguien que haya pasado por los baches que te encontrarás al enfrentarte a él”. ¿No es posible, entonces, ser autodidacta y construir buenos cuadros? “Sí”, asegura Hervás, “pero si alguien te guía te ahorrarás muchos errores, comprar herramientas innecesarias o usar materiales erróneos. En resumen, es posible que llegues al mismo destino, pero a través de un camino mucho más largo y engorroso”.

Pablo Hervás, de B Bloque Bikes.
Pablo Hervás, de B Bloque Bikes.

En su opinión, construir bicicletas es, más que un trabajo, un placer. “Todo el proceso me parece divertido”, explica, “aunque me gusta, sobre todo, el trazar a mano el triángulo trasero para sacar los ángulos de corte. Cuando punteas el cuadro y lo llevas a la mesa de centrado, antes de soldarlo definitivamente, se genera una enorme satisfacción de saber que la estructura ya está conformada. Por supuesto, también me emociona apagar el soplete tras el último fillet o cordón de soldadura, levantarte de la silla y pensar… Ya está. Pero no es así: puentes, soportes, limpieza, pintura, montaje… Hasta que no sales a probar la bicicleta y quedas tú satisfecho el trabajo no está hecho”.

En el caso de Hervás, el periodo de trabajo suele oscilar entre las cuatro y las seis semanas. Entre uno y dos meses en los que se enfrenta a materiales, geometría, componentes, estándares… “Tener un buen control de la soldadura, para evitar debilitar los tubos, es sumamente importante”, explica, “pero como cualquier otra cosa en la vida son horas de práctica. Conseguir innovar y lograr diferenciarte del resto de constructores es todavía más complicado”. Todo, claro, con el objetivo de lograr hacer la bici perfecta, “aquella que, al montarte y pedalear, se convierte en una extensión de tu cuerpo. Cada movimiento debe ser suave, pero también devolverte la energía suficiente para poder dar la siguiente pedalada con potencia y soltura”, algo solo se logra con una cuidada elección de tubería, un estudio perfecto de la posición del ciclista y, para terminar, la correcta elección de la horquilla o las ruedas , que delimitarán el uso de la bicicleta e influirán de forma directa sobre su comportamiento.

Herramientas perfectas

Otro de los constructores de cuadros más reputados de nuestra escena ciclista nació en Brescia, Italia, aunque vive en Barcelona y, desde ahí, ha logrado hacerse con un nombre en el panorama internacional. Mattia Paganotti creó Legor Cicli en 2008 y, como tantos otros, lo hizo buscando su bicicleta ideal. “Quería un buen modelo de carretera”, recuerda, “y en ese proceso descubrí que se estaba perdiendo la tradición artesanal. Me dio pena, así que decidí tirarme a la piscina y ponerme, con mucha humildad, manos a la obra”. A día de hoy, Paganotti define sus creaciones como “herramientas” hechas para competir, disfrutar o, en resumen, lo que necesite el cliente. “Siempre escucho sus necesidades y apetencias”, cuenta, “para después aportar mi experiencia y forma de ver el ciclismo. No hay un estándar, no hay una fórmula… Cada destino tiene un camino particular, y eso es lo que tengo que hallar sabiendo, siempre, que una bici debe ser lo más perfecta posible y que debe funcionar acorde a una elevada exigencia”.

Taller de Legor Cicli (foto: www.instagram.com/legorcicli/)
Taller de Legor Cicli (foto: www.instagram.com/legorcicli/)

Entre España e Italia, Paganotti encuentra diferencias. “Aquí hay menos cultura de artesanía”, asegura, “pero los españoles están más abiertos a escuchar al constructor. Confían más en nosotros y se dejan asesorar más y mejor”. De entre todos los que le han escuchado, más de 300 terminaron comprando una de sus bicicletas. “Cada una de ellas es como una hija”, confiesa con orgullo. “A algunas las recuerdo perfectamente, otras me siguen sorprendiendo… Las hay más y menos complejas, e incluso alguna me dio grandes quebraderos de cabeza. ¿Lo más importante? El pensar que cada uno de sus dueños está muy feliz sobre ella”.

Una forma de meditación

En 2020 se celebrará en Bristol, Inglaterra, la décima edición de Bespoked, un evento internacional que reúne y homenajea a los mejores constructores de cuadros del mundo. En su palmarés aparece, año tras año, alguna creación de Saffron Frameworks, nombre tras el que esconde el sudafricano residente en Londres Matthew Sowter, un auténtico tótem de la artesanía ciclista. Desde hace 10 años, cuando abandonó su trabajo en Enigma Bikes para dar forma a su sueño, trabajar para hacer realidad las fantasías ajenas en forma de bicis excelsas.

Una de las bicicletas de Saffron Frameworks.
Una de las bicicletas de Saffron Frameworks.

“Tras una depresión profunda, en la que me sentía perdido y que incluso me tuvo varios meses en la cama”, recuerda Sowter a nuestra revista, “leí un artículo de Darren Crisp, un constructor de bicicletas, que me dio una excusa para seguir adelante: crear bicicletas únicas. Crearlas y disfrutarlas, porque pedalear me ayudaba a socializar y, así, combatir la depresión. Hacer una bici única implica conocer, de primera mano, la felicidad que puede aportar el ciclismo a las personas, y trabajar como constructor de cuadros es una forma de darle felicidad a los demás”.

En su opinión, construir bicicletas es “una forma de meditación”, un proceso que obliga a estar plenamente concentrado en una tarea y, de esa manera, ahuyentar fantasmas. “Mientras trabajo”, asegura, “no hay nada más en mi cabeza. Estoy implicado en ello por completo”. Una forma, además, de ganarse la vida que contempla con optimismo: “Existe, entre un creciente número de consumidores, la necesidad de entender y saber qué están comprando, de dónde procede e, incluso, conocer a quién fabrica ese producto”. En su caso, casi la mitad de las bicicletas acaban fuera del Reino Unido, casi siempre en manos de hombres de entre 40 y 60 años, con el ciclismo como gran pasión y la misma convicción: como las personas, cada bici es distinta a las demás.

Pasión y felicidad

La pasión por la bicicleta y sus artesanos es capaz de llevar a la otra punta del mundo. Eso, por ejemplo, le ocurrió a dos amigos y colaboradores habituales de Ciclosfera, Miguel Gatoo y el fotógrafo Lino Escurís. Ambos formaron parte del documental Maybe Die, que recogió el periplo en bicicleta de piñón fijo del colectivo The Roosters por Japón, y también se acercaron al barrio de Meguro, al sur de Tokio, para conocer a una auténtica leyenda de la construcción de cuadros: Akio Tanabe, responsable de Kalavinka.

“Tanabe es un señor entrañable”, recuerda Gatoo, “que desde los 15 años construye bicicletas de manera artesanal. Nos recibió en su taller, un desvencijado local lleno de piezas tiradas por todas partes, con varios cuadros colgados y varias máquinas a punto de concluir”. Pero, además de sus creaciones, Tanabe les mostró lo que para él es la felicidad: perseguir tu pasión. “Eso es lo que vale la pena”, asegura Gatoo, “aunque cueste mucho tiempo y se gane poco dinero al principio”.

Akio Tanabe, responsable de Kalavinka (foto: Lino Escurís).
Akio Tanabe, responsable de Kalavinka (foto: Lino Escurís).

La forma de trabajar del responsable de Kalavinka es muy distinta a la de otros constructores. Gatoo destaca “las formas que les da a sus cuadros, la pasión que le pone a todo y cómo innovó, por ejemplo, con sus racores afilados o con unas patillas muy características y con su nombre grabado”. Tan gráciles como agresivos, los cuadros Kalavinka son los más valorados en los velódromos de son los más valorados en los velódromos de Keirin, las exigentes carreras de velocidad que causan sensación en Japón. “La perfección en los ángulos, su comodidad, los coles… Todo eso, y mucho más, hace que los cuadros Kalavinka estén entre los más deseados de todo el mundo, tanto entre amantes del piñón fijo como del ciclismo en general”, explica Gatoo. Por eso, sus dos admiradores españoles si no le gustaría exportar más “criaturas”, hacer más grande su marca para obtener beneficios mayores: “Nos dijo, sin dudar, que no”, recuerda. “De hacerlo no podría mantener la calidad deseada y, por supuesto, sus obras no serían tan especiales”.