Bicicletas

Pedalear, medir el tiempo, sufrir y gozar: ciclismo y Tissot, a golpe de pedal

Tissot volverá a estar presente en el Tour de Francia. Una carrera en la que el tiempo -y su medición exacta- juega un papel clave.

La iconografía de la historia del ciclismo profesional no sólo vive de corredores inolvidables, gestas heroicas y reinados arrolladores. El ciclismo está hecho también de imágenes imborrables, grabadas a fuego en la memoria colectiva, y los buenos aficionados saben distinguir cada época con tan solo rememorar el instante fugaz de una carrera. El mítico maillot de Banesto de Miguel Indurain o el de Reynolds de Pedro Delgado, el simpático león de peluche de Credit Lyonnais o los precisos e imperturbables cronógrafos digitales de Tissot en la línea de meta. Las marcas son consustanciales al ciclismo de élite desde casi su nacimiento como deporte de masas: han brindado sustento económico y al mismo tiempo servido como hitos históricos para clasificar (y recordar) ciclistas, equipos y carreras.

Innovar dentro de la tradición. Es decir: fabricar cada vez mejores bicis, mejores equipamientos o mejores formas de –por ejemplo– medir el tiempo en cada competición, ya sea de ruta, en sprint o contrarreloj. El ciclismo es uno de los deportes favoritos para las marcas por su alto grado de exhibición (las carreras duran muchos días, muchas horas al día) y por los intemporales valores de esfuerzo y sufrimiento a los que se asocia. La empresa de relojes suizos Tissot, nacida en la pequeña localidad alpina de Le Locle en el siglo XIX, comenzó a patrocinar el Tour de Francia en 1988, año de la primera victoria de Perico.

Hoy, en 2018, 30 años después, vuelve a poner su tecnología de vanguardia al servicio de la prueba por etapas más importante del calendario ciclista internacional. No hay mejor escaparate. No hay mejor forma de hacer llegar al público lo que representas que ir de la mano de los superhombres que cada año recorren miles de kilómetros hasta casi agonizar.

Este año se celebra la 105º edición de la ronda gala. De nuevo, 21 etapas. 22 equipos. 3329 kilómetros. Un recorrido –según los expertos– equilibrado y, como siempre, exigente, muy exigente, con dos pruebas contrarreloj donde las milésimas de segundo marcarán la diferencia entre el éxito y el fracaso. Entre la gloria de lucir de amarillo en los Campos Elíseos y la amarga honra de quedar el segundo o simplemente terminar.

Pero la relación de la relojera suiza con el ciclismo profesional va más allá de ser la cronometradora oficial del Tour. Su amplio currículum en el mundo del pedal y las dos ruedas (también patrocina el baloncesto, el rugby, la esgrima… pero eso es ya otra historia) incluye otra gran cita de tres semanas –la Vuelta a España– y pruebas clásicas como la París-Niza, la París-Roubaix, la Flecha Valona, el Tour de Yorkshire o la Lieja-Baston-Lieja. Además, Tissot lleva décadas aunando esfuerzos con la Unión Ciclista Internacional (UCI) en las competiciones mundialistas tanto de carretera como de pista, Mountain Bike o BMX. Un auténtico desafío tecnológico y de precisión en un deporte donde cada segundo –y cada décima de segundo– cuenta.