Cultura ciclista

Australia, de extremo a extremo: la historia de Brando Yelavich

El neozelandés Brando Yelavich quiere convertirse en el primer ciclista en recorrer Australia de punta a punta a pedales. Hablamos con él en la última etapa de su viaje.

Australia: la isla más grande del planeta. En realidad, todo un continente, con sus 3.700 kilómetros de norte a sur y otros 4.000 de este a oeste. Un territorio tan vasto como, en gran parte de su extensión, inhóspito, hogar de miles de especies que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo sometidas por climas dispares y extremos, interminables desiertos e infinitas costas.

Incluso en estas tierras, son pocos los desafíos todavía pendientes para el ser humano a lo largo de la historia. Uno de ellos es recorrer este gigantesco país, de costa a costa, en bicicleta. Y ese es precisamente el reto al que decidió enfrentarse el pasado 20 de mayo Brando Yelavich, que a sus 25 años partió de Step Point, el punto más al oeste del país, para concluir 143 días después su travesía en el cabo Byron, el más oriental de Australia.

Sólo vivir

“Nací en Nueva Zelanda, aunque mi hogar es el mundo entero. Considero como tal el lugar en el que me echo a dormir cuando cae el sol”, cuenta Brando a Ciclosfera desde algún remoto rincón de la isla, cuando ya ha recorrido más de 5.000 kilómetros y se encuentra a apenas 500 de completar un periplo que ha narrado con detalle en Instagram (@brandoyelavichexplorer) y en su web.

Brando Yelavich.
Brando Yelavich.

“No trabajo, simplemente me dedico a vivir la vida”, cuenta. “Soy embajador de Kathmandu, una empresa de equipación para actividades deportivas al aire libre, y de la marca de ropa VSSL. Ambas financian mi viaje para que pueda inspirar a otras personas a lanzarse a aventuras como esta y superarse a sí mismas. Me considero a mí mismo un explorador”. Respecto a su montura, Brando utiliza una bicicleta Surly, alforjas a medida confeccionadas por Stealth y un remolque Burley.

Naturaleza pura

Cuando uno ha visto tantas cosas en el camino, cuesta quedarse sólo con una, pero Brando lo engloba todo en una única palabra: naturaleza. “Eso es Australia”, explica, “naturaleza pura y cruda. El interior del país es absolutamente increíble, algo diferente a todo lo que haya podido ver anteriormente en mi vida. Pero si me tengo que quedar sólo con algo, te diría que con el cielo nocturno. Estoy convencido de que es aquí donde se ven más estrellas que en ningún otro lugar del planeta”.

Brando Yelavich.
Brando Yelavich.

De vez en cuando, además de estrellas, Brando encuentra personas en su camino. “¡La mayoría me dicen que estoy loco!”, bromea, “pero cuando les explico que el objetivo de esta aventura es inspirar a otros, e incluso animar a la gente a venir a vivir a lugares tan remotos como estos, me felicitan por la iniciativa”, cuenta. No son pocos, en todo caso, los que le acompañan a través de Internet: con casi 35.000 seguidores en las redes sociales, Brando suele publicar imágenes de sus peripecias, pero también pensamientos (“el universo no es dónde estás, sino lo que eres”), consejos y lecciones de vida. “Una de las razones por las que emprendí mi viaje fue el querer saber más de la vida que lo que mi padre me pudo enseñar. Quería tener cientos de historias que, en un futuro, poder contarle a mis hijos, historias repletas de poderosos mensajes”.

Compañeros de viaje

Si de algo tiene fama Australia es, también, de contar con un número incalculable de animales peligrosos. ¿O quizá no es para tanto? “Lo cierto es que lo más peligroso que he encontrado en el camino”, recuerda, “fue una serpiente, más en concreto una látigo de cara amarilla. Sin embargo, a diario me cruzo con animales que se acercan a mí de forma amistosa y con mucha curiosidad. Sin ir más lejos, durante cinco días me acompañó en el camino un dingo, el famoso perro salvaje australiano. Y, sin duda, ese fue uno de los episodios más emocionantes de todo el viaje”.

Brando Yelavich.
Brando Yelavich.

Como toda aventura, la de Brando toca a su fin. Cuando leas este artículo, Brando haya llegado a su meta, algo que espera poder hacer el 28 de septiembre. Pero ese objetivo es, precisamente, la parte más dura del viaje. “Dentro de poco me tocará integrarme de nuevo en la sociedad”, confiesa con cierto pesar. “Durante todo este viaje cada día ha supuesto un nuevo desafío, y ahora me da la sensación de que todo lo que no sea vivir así me va a resultar aburrido”.

[Este artículo forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #30. Lee el número completo aquí].