Ciudades

Amabilidad y respeto: creando espacios de convivencia

Nuestro colaborador Fernando Mafé, de Valencia en bici, reflexiona en la segunda parte de un artículo que fue muy comentado en Ciclosfera.

Una persona que se mueve en bici y se detiene en cada semáforo, cede el paso casi de forma mecánica a cada peatón o simplemente interactúa cordialmente con el resto de usuarios de la vía, está provocando una auténtica detonación silenciosa que se expande más allá de sus pequeñas y cotidianas acciones.

El respeto y el cumplimiento de las normas, nos gusten o no, nos otorga mucho más poder como ciclistas y como ciudadanía del que algunos creen que nos resta. Esta acciones individuales siempre retornan hacia toda la comunidad ciclista, de hecho es la materia con la que se construye la percepción que se tiene de uno u otro colectivo: “Los ciclistas de allí manejan bien”, “las bicis acá van mal”, “en tal ciudad señalan siempre los giros con el brazo” , “los ciclistas de tal sitio son gente educada”, “en tal sitio la peña va su bola y pasa de todo”…

“El respeto y el cumplimiento de las normas, nos gusten o no, nos otorga mucho más poder como ciclistas”

Cumplir las normas y practicar el ciclismo responsable nos hace fuertes y respetables. Y no, este no es un mensaje de la DGT de turno y tampoco es un intento paternalista o simplemente buenista para decirle a nadie lo que es correcto o no, simplemente intento decir que la irresponsabilidad de unos cuantos, recae en forma de mala fama sobre el resto de ciclistas y por la misma regla, las actitudes cordiales y responsables, hacer crecer la percepción positiva hacia nuestra creciente comunidad ciclista. Un ciclista que se salta un semáforo a la vista de peatones o conductores, consigue con su acción echar un manto de desconfianza sobre el resto de ciclistas. Por el contrario, alguien que con su bicicleta espera pacientemente el cambio de semáforo, señala con el brazo sus giros o cede el paso a los peatones, está desmontando con su forma de actuar todo el mal intencionado discurso del odio al ciclista.

Foto: Fernando Mafé.
Foto: Fernando Mafé.

Por supuesto que no me gusta esperar dos minutos bajo un sol de justicia a que un semáforo me abra el paso. Tampoco me gusta esa estúpida norma que me prohíbe llevar auriculares en zonas ajardinadas y tranquilas cuando todos sabemos que en el interior de un coche se puede llevar la música a todo volumen sin que nadie te sancione por ello. Pero la cuestión no es esa, la cuestión es la forma en la que gestionamos o cuestionamos la norma establecida. Mi criterio, mi experiencia y mi intuición me dicen que siempre conseguiremos más avances y derechos si dejamos de practicar la falsa desobediencia y pasamos a organizarnos para cambiar aquellas normas que sin ninguna duda penalizan nuestra presencia en la ciudad. Por otra parte entiendo que el acatamiento de las normas, la amabilidad y la actitud de cordialidad permanente, son poderosas y accesibles formas de resistencia y de lucha por nuestros derechos, pues no solamente nos sacan de esa incómoda zona de encabronamiento victimista y enfado permanente, también tiene un retorno en forma de pequeños gestos que poco a poco van nutriendo y agrandando el espacio de la convivencia. Estoy hablando de un cambio de actitud más o menos profundo a la hora de movernos o siemplemente estar en la ciudad.

Valencia (Foto: Fernando Mafé).
Valencia (Foto: Fernando Mafé).

Conozco varias personas ciclistas, no muchas, que intentarán usar todo tipo de argumentos para justificar lo de ir sin luces durante la noche, lo de saltarse semáforos en rojo o lo de circular por las aceras, incluso esa costumbre tan individualista de zigzaguear para evitar peatones en un paso de cebra. Curiosamente nadie de esta gente mueve un solo dedo para cambiar las cosas, pues lo cómodo es que siempre tengan los demás las culpas de todo. También y lógicamente habrá gente que pondrá “el pero” en la falta de infraestructuras adecuadas, la prepotencia del automóvil frente a la bici, la falta de políticas concretas o el modelo vigente de ciudades, etc. A lo cual respondo: la amabilidad y el respeto son cuestiones perfectamente compatibles con todas y cada una de nuestras exigencias como comunidad ciclista. ¿Y tú que haces por ello?