Cultura ciclista

Las bicicletas de Rosario

Durante años, 350 bicicletas negras pintadas en las paredes fueron apareciendo en las calles de Rosario, Argentina. Generaron teorías de todo tipo, pero sólo había una verdad: cada una de ellas homenajeaba a una víctima de la dictadura argentina y, en concreto, rememoraba una triste y bonita historia, que ahora nos explica su autor.

Fue un 24 de marzo de 2001, sábado, cuando empezaron a aparecer unas bicicletas pintadas en las calles de Rosario. Eran grandes, a tamaño real, y pronto llamaron llamaron la atención de la gente. Rosario es un lugar muy particular: conocida como "la Chicago argentina", la ciudad tiene más de un millón de habitantes, una ribera de una belleza nada estridente, una estupenda tradición de músicos populares (ahí nacieron Litto Nebbia y Fito Páez, dos figuras claves de la historia del rock nacional) y dos equipos de fútbol, Rosario Central y Newell’s, enemigos declarados y máquinas de generar pasiones. También, por supuesto, es el lugar donde nació y creció Lionel Messi (formado, justamente, en Newell’s).

Cuando las bicis pintadas empezaron a aparecer, nadie sabía de qué trataba el asunto, o quién había ideado el proyecto.

Nadie sabía de qué trataba el asunto. Quién o quiénes habían ideado el proyecto. Quiénes lo habían llevado a cabo y, claro, si tenía o no algún significado especial. Hasta que, un tiempo después, el enigma se desveló: detrás de esas plantillas estaba Fernando Traverso, un artista plástico que en su juventud militó en la Juventud Peronista y hoy tiene 69 años. Los años de activismo político debieron ser intensos: la Argentina de la primera mitad de los años 70 era un polvorín, que estallaría definitivamente en el ‘76 con el golpe militar encabezado por Jorge Rafael Videla. Fue el inicio de la dictadura más perversa y sangrienta de la historia del país, una experiencia seguramente clave a la hora de valorar la memoria: un tema de primer orden para buena parte de la sociedad argentina que, además, sigue exigiendo el seguir investigando los múltiples crímenes (económicos, jurídicos y, por supuesto, a través de múltiples y repetidas violaciones a los derechos humanos) de los golpistas y sus muchos cómplices civiles.

La cifra de 350 bicicletas pintadas no es casual: es el número de desaparecidos que hubo en Rosario.

Finalmente, la potente obra de arte urbano de Traverso quedó terminada cuando llegó a las 350 bicis pintadas. La cifra no es casual: es el número de desaparecidos que hubo en Rosario. La represión argentina se caracterizó por la modalidad del secuestro y la desaparición de personas, previa tortura en centros clandestinos de detención; los organismos de derechos humanos del país calculan en treinta mil el número de desaparecidos y sus familias ni siquiera han tenido oportunidad de velarlos o recuperar sus restos.

Fernando Traverso, pintando una de sus bicicletas (foto: Nicolás Pousthomis).
Fernando Traverso, pintando una de sus bicicletas (foto: Nicolás Pousthomis).

Los stencils están hechos con aerosol de color negro, sobre distintos muros de casas y edificios de Rosario. Debajo de cada bicicleta, entre las dos ruedas, se encuentra un número específico seguido de una barra y la cifra 350 en color rojo. La memoria, dicho está, jugó un rol clave en esta historia: antes del 25º aniversario del golpe militar (aquel 24 de marzo del 2001, otro año clave en la historia contemporánea de Argentina por el estallido de una crisis económica y social que tuvo consecuencias trágicas), Traverso empezó a pensar en un episodio que había vivido durante la dictadura. Alguna vez, caminando por unas calles cargadas de tensión y rigurosamente vigiladas de esa época gris, se cruzó con un amigo que montaba en bicicleta. Sin embargo, y para sorpresa de Traverso, este no le saludó sino que pasó de largo ignorándole. Minutos después, el artista encontraría la bicicleta atada con una cadena de hierro al tronco grueso de un árbol. Le pareció raro, porque ese conocido no vivía por la zona, y decidió pasar por el sitio al día siguiente. La bicicleta seguía ahí.

En esa Argentina de plomo, un desajuste de la lógica tan pequeño como ese ya era una señal ominosa. Efectivamente, y como se pudo confirmar más tarde, el ciclista había sido una víctima más de los represores. Sabedor de que le seguían, aquella vez omitió el saludo y, quizá, le salvó la vida a Traverso: los comandos irregulares que respondían al gobierno militar argentino no hacían preguntas, y ante la mínima sospecha avanzaban sin culpas en su misión aniquiladora. Las órdenes eran claras: el decreto que firmó el gobierno civil de María Estela Martínez de Perón, hoy una anciana refugiada en España, hablaba expresamente de "aniquilar al accionar subversivo".

"Me cuidaste, seguiste de largo. Dos cuadras más adelante, quedó tu bicicleta atada a un viejo árbol, debajo del asiento se asomaba una bandera. ‘Puede no haber banderas’, pensé. Seguro que la enarbolaste antes de tocar el agua, o la llevaste a otras tierras y de tanto en tanto la desempolvás. O la encontró tu vieja, y se fue de ronda con ella".

Traverso escribió, en su día, ese poema basado en el traumático recuerdo. Y las bicicletas de este comprometido artista se transformaron en un símbolo de la memoria histórica en la ciudad, en especial desde que la obra completa fue premiada por el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, en diciembre de 2003. "Cuando empecé a trabajar en intervenciones urbanas con el Grupo Trámite", nos cuenta Traverso personalmente, "la imagen de la bicicleta asociada a aquella historia dramática empezó a presentarse como posibilidad, como un estímulo para querer salir a la calle. La idea era cambiar el paisaje de la ciudad y, la verdad, esas bicicletas vacías dicen muchas cosas. Buena parte de esos 350 desaparecidos en Rosario fueron mis compañeros de militancia. En algún momento, muchos tuvimos que pasar a la clandestinidad: yo me fui a otra provincia, Corrientes, en el noroeste de Argentina" Y, aunque él sea su máximo responsable, la historia es todavía más hermosa porque, además de su emoción, se sumaron las de muchos más.

350 bicicletas siguen pintadas en las calles de Rosario recordando a los desaparecidos en la dictadura militar (foto: Nicolás Pousthomis).
350 bicicletas siguen pintadas en las calles de Rosario recordando a los desaparecidos en la dictadura militar (foto: Nicolás Pousthomis).

"Lo lindo del proyecto es que lo empecé en soledad", recuerda el artista, "pero pronto se fueron incorporando amigos y familiares. Se armó una historia colectiva, y pasaron cuatro años hasta que hicimos esas 350 obras. El episodio detrás de ellas es muy triste, pero la idea era clara: capturar la atención del que las viera andando por la acera, y las bicis fueron una buena elección. Yo he montado en bicicleta toda la vida: tengo casi 70 años y sigo usándola. ¿Por qué? Porque me ayudo a conocer mejor la ciudad, porque me enamora y porque, pese a todo, me trae recuerdos lindos de la juventud".