Seguridad

Seis posibles respuestas a los pitidos de un coche

A todos nos ha pasado alguna vez: vas rodando tan feliz y, de pronto, un amenazante coche se nos pega por detrás, mientras su conductor empieza a pitarnos. Hay varias formas de reaccionar… ¿Cuál es la tuya?

Impaciente. Maleducado. Ignorante. O, simplemente… Las tres cosas a la vez. Pocas cosas hay más peligrosas e indignantes que un automovilista pitándonos, pegados a nuestra rueda trasera, mientras montamos en bici. ¿Cuál es tu reacción más habitual?

Despectiva

Las abuelas decían que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, y es cierto que, al menos sobre una bicicleta, esa parece muchas veces la mejor opción. Si ruedo respetando las normas, concentrado en mis pedaladas y atento al tráfico que me rodea… ¿Por qué me pitas? ¿Por qué me distraes, conductor? ¿Qué pretendes con tus pitidos? Tú sabrás… A mí, personalmente, me da igual. Nuestros caminos se separarán para siempre (por suerte) en el próximo semáforo o giro, y no pienso perder ni un segundo con tus problemas.

Violenta

Es la peor respuesta, pero también una de las más frecuentes: responder a la agresión acústica con una reacción más violenta. Insultarse o, incluso, convertir la calzada en un ring no parece buen negocio. Es la peor opción porque implica dos peligros: cruzarse con un loco, que los hay (a mí, al menos, me han sacado un arma) y el de enfrentarse a la agresividad que hay en uno. Respira. Reflexiona. Y relájate: la vida es demasiado bonita como para perderla en una disputa. Pero a veces no será por falta de ganas…

Informativa

No es que sean malos: es que no conocen las normas. Muchos conductores están convencidos de que la calzada es para ellos, y que los ciclistas no deben, ni pueden (¡y menos yendo “tan lento!”) circular por ahí. Su delito es doble: desconocen las leyes de circulación y que atosigar a un ciclista es una grave infracción. Por eso, cada vez más, algunos ciclistas ruedan con una copia impresa de la ley de tráfico para mostrársela al automovilista, y dejarle bien claro que los ciclistas podemos (debemos) circular junto a los coches.

Desde tirarles un beso hasta mostrarles las leyes. Desde ignorarles hasta pegarse con ellos. ¿Con cuál te quedas?

La cachonda

Responder a un ataque furibundo y sonoro con nuestra mejor sonrisa, saludando como una infantita o, directamente, lanzando un beso (los ciclistas somos gente cariñosa) es para muchos la respuesta definitiva. Encerrado en su coche, el automovilista respira desesperación, frustración y prisas. El ciclista que va delante (y que, quizá, llegará antes a su destino) se desplaza acariciado por el viento y calentado por el sol. Y, para colmo, se cachondea de ti… ¿No deberías replantearte las cosas?

La urgente

Que las prisas de los demás no nos hagan acelerar nuestra marcha. Si el conductor llega tarde, que hubiese salido antes. Si quiere ir al triple de la velocidad permitida, que lo haga cuando no tenga a un ciclista cerca (y ojalá le pongan una buena multa para que no vuelva a hacerlo). Lo que no debemos hacer es reventarnos en una cuesta para dejarle contento o “pedirle disculpas” por ir tan despacio, o rodar de manera imprudente para demostrarle que nosotros también somos rápidos. Enfría tu motor, conductor, y a mí déjame a mi ritmo…

La huida

Es la más frustrante de las respuestas. El ciclista que, haciendo acopio de ganas, valor y civismo, decide integrarse con respeto en el tráfico y que, a la primera (o segunda, o tercera) pitada agresiva, se rinde y se vuelve a la acera (o, todavía peor, aparca para siempre la bici en su casa). En la derrota del ciclista va implícita la victoria de la agresividad, la prepotencia, el miedo y la mala educación. Pero no les daremos el gusto: no sólo no vencerán, tampoco nos convencerán.