Pekín

Pekín se vuelve irrespirable

Las autoridades de la capital china han declarado la alerta amarilla por el elevado nivel de contaminación. Se han cancelado vuelos, paralizado fábricas y pedido a la gente que, en la medida de lo posible, no salga a la calle.

Una densísima neblina cubre la capital del gigante asiático. Apenas es posible ver a unos metros de distancia. Un dato: uno de los medidores de contaminación marca 411 microgramos por metro cúbico, un nivel que supera en veinte veces el máximo considerado aceptable por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y sin embargo, podría ser peor: el pasado día 12, la capital alcanzó los 993 microgramos por metro cúbico de aire, es decir, cuarenta veces el máximo recomendado por la OMS.

El Gobierno, aunque de manera ciertamente tímida, ha decidido tomar cartas en el asunto. Las autoridades han declarado la alerta amarilla, se han cerrado un centenar de fábricas, cancelado vuelos y pedido a los ciudadanos que “no salgan a la calle”. Una tarea harto complicada en una mastodóntica urbe de unos 20 millones de habitantes.

Atascos kilométricos colapsan las carreteras y autopistas de la ciudad

Muy cerca de las personas que caminan o circulan en bicicleta de camino a sus trabajos se encuentra buena parte del problema: las autopistas y carreteras de la capital albergan atascos kilométricos. El Gobierno se ha comprometido a retirar los coches más contaminantes (unos 180.000) y gravar con impuestos la adquisición de nuevos vehículos, asemejando su política a la de los países de la Unión Europea. Pero toda medida parece quedarse corta en una ciudad por la que circulan cinco millones de coches. Ellos provocan una parte importante de esa polución, pero no toda: el consumo de carbón y las emisiones de las numerosas fábricas ubicadas en los alrededores de la capital comparten con el tráfico rodado la responsabilidad de haber convertido la ciudad en un sitio prácticamente inhabitable.

De la bici al coche

Los más viejos del lugar recuerdan cómo la capital china fue, durante décadas, la meca de la bicicleta, tal y como contamos en nuestro reportaje especial sobre Pekín del número dos de Ciclosfera. Hoy, aunque se siguen viendo miles de ellas por las calles, el coche se ha convertido en un símbolo de estatus social. Un bien de consumo que hay que tener para considerarse una persona de éxito. Aun a costa de asfixiar al resto de ciudadanos.