Cultura ciclista

Ocho buenas razones para regalar una bicicleta a un niño

Seguimos en fechas navideñas y, aunque desde Ciclosfera no somos muy amigos de los gastos superfluos, sí respondemos a todo el que nos pregunta. Y, por supuesto, cuando alguien busca un buen regalo infantil… ¿Por qué no decirle que se anime por una bici? Lo creemos de corazón y lo sabemos por propia experiencia: regalar una bicicleta a un niño es una gran elección, y aquí os contamos por qué.

Autonomía y personalidad

Sí, la bicicleta da carácter. Lo sabemos los que pedaleamos a diario, y lo corroboramos en cuanto vemos a un crío de 3 ó 4 años montando en su propia bici. Por primera vez en su vida se siente dueño de su destino, comprueba que depende de sí mismo y que el único límite son sus fuerzas. Él es el que pedalea, el que se dirige a los sitios y, por supuesto, el dueño de un vehículo propio, intransferible y maravilloso, que tendrá que cuidar y que le acompañará y llevará hasta donde él resista.

Pura fuerza

Ejercicio y diversión: una fórmula perfecta, una mezcla explosiva. El pequeño que monta en bicicleta hace deporte sin darse cuenta: para él no es un esfuerzo sino un juego, una aventura, una forma de explorar el mundo. En una época en la que muchas veces los más pequeños llevan una existencia pasiva, sedentaria y pendiente de una pantalla, la bicicleta es perfecta para enseñarles que, en movimiento, casi siempre nos sentimos mejor.

En bicicleta el niño hace deporte sin darse cuenta. No es esfuerzo, sino un juego, una aventura

Ejercicio mental

Sobre una bicicleta trabaja el cuerpo… y la mente. Aunque sean básicos, al pedalear no paramos de hacer cálculos: frenar, pedalear, dosificar esfuerzos, tomar curvas o, por supuesto, estar pendientes del terreno, los otros ciclistas o la infinidad de retos que nos plantea movernos por la ciudad. Los cerebros de los niños son esponjas que aceptarán de buen grado retos distintos y que, en una bicicleta, se cruzarán con cosas imprevisibles: ellos convertirán cada paseo en una inagotable fuente de descubrimientos, sorpresas y lecciones.

Billete al aire libre

Sí, hay vida más allá de la televisión, el teléfono móvil, la videoconsola o la tablet. La bicicleta es un estímulo para salir a la calle, conocer el vecindario, surcar los parques y hacer todo tipo de recados y actividades. La bicicleta es el motivo perfecto para estar al aire libre, conocer cosas, vivir cosas en persona y huir de la monotonía, el cautiverio, las sombras y los espacios cerrados.

Lección vital

Sí, lecciones… también vitales. A diferencia del coche o de tantos otros medios de transporte, la bicicleta nos enseña que los límites los ponemos nosotros, que el esfuerzo es recompensado, que a veces es bueno dosificarse y que, por qué no, a veces es necesario detenerse, sonreír al ver lo lejos que hemos llegado y regresar. La bicicleta es placer pero también sacrificio, son sonrisas pero también sudor. Una bonita, barata e intuitiva forma de enseñarles, desde muy pequeños, que casi todo lo que obtenemos en este mundo es fruto de nuestro esfuerzo, y que al final casi todo lo que les ocurra dependerá de ellos mismos.

Refuerzo de vínculos

Aunque pronto el niño usará la bicicleta a su aire, y será su primer vehículo en el que salir de “excursión” con sus amigos, en un principio seremos nosotros los que le enseñaremos a pedalear. Un recuerdo y una experiencia inolvidables, y el primer paso para muchos momentos juntos: los primeros paseos, las reparaciones y cuidados con ellos, la personalización de detalles… Aunque símbolo de independencia y libertad, la bici es una máquina familiar: el vehículo barato para que, aunque salgamos en grupo, cada miembro de la familia vaya en su propia máquina cuidando de sí mismo.

La bicicleta será amortizada: le durará dos o tres años y siempre podremos regalarla o venderla

Economía

Aunque para algunos pueda parecer un producto caro (una buena bicicleta infantil cuesta entre 80 y 250€), estamos hablando de uno de esos regalos que serán amortizados. Por tamaño, la bicicleta puede durarle al crío entre dos y tres años, y durante ese tiempo resistirá todo lo que le echen y como mucho necesitará alguna reparación menor. Se trata, además, de un regalo especial y que recordará toda la vida. Y una vez cumplida su función, cuando la bici se nos quede pequeña no nos será difícil, si es de buena calidad y la hemos mantenido mínimamente, que la “herede” algún familiar o amigo o, por supuesto, que la vendamos en el mercado de segunda mano, recuperando así una buena parte de la inversión.

Semilla ciclista

El niño que, desde pequeño, está acostumbrado a manejarse en bicicleta, a circular entre el tráfico, a conocer las infinitas virtudes que conlleva este medio de transporte, no lo olvidará jamás. Después de esa primera bicicleta irán otras muchas, que desembocarán en un adolescente independiente, saludable y maduro; en un joven que valorará la sostenibilidad y la eficiencia y, probablemente, en un adulto que en vez de valorar la ostentación priorizará lo práctico, barato, saludable y ecológico. Plantemos semillas ciclistas en los niños y, seguro, tendremos una enorme y sana cosecha de adultos ciclistas urbanos. ¡Bienvenidos!