Robin Williams

Muere Robin Williams, gran aficionado al ciclismo

Es sabido: Robin Williams era un gran aficionado al ciclismo. Entrevisté al famoso actor hace dos años y medio, y hablamos brevemente sobre nuestra pasión común por la bicicleta y el medio ambiente.

¿Qué hace cuando no trabaja? “¡Montar en bicicleta! Es lo que más me gusta: rodar por una carretera, escalar una montaña… Sentir que estás tú, el viento y la velocidad. Es cuando puedo sentirme más libre”.

Me lo decía Robin Williams en una entrevista en Londres, hace dos años y medio. Fue por motivo de Happy Feet 2, una película de animación en la que prestaba voz a un par de pingüinos. Famoso por su verborragia, el actor era tal y como uno puede imaginar: incontenible, charlatán y bromista. Un grupo de acólitos (la habitual relaciones públicas, la maquilladora y uno o dos ayudantes) le reían cada una de sus bromas en la suit de aquel hotel, el Dorchester.

Williams era amigo de Lance Armstrong y participaba de vez en cuando en carreras para aficionados

Después de la entrevista, en el turno de las despedidas, le comenté que tenía pensado crear Ciclosfera, una revista de ciclismo urbano, y él me deseó mucha suerte. Eso sí: me reconoció que él no montaba mucho en ciudad, ya que el lugar donde vivía (San Francisco) tenía demasiadas cuestas. Su pasión, según parece, era la carretera. Es sabido que era gran amigo de Lance Armstrong, que solía acudir a las etapas finales del Tour de Francia para ver al estadounidense en lo más alto del podio y que, de vez en cuando, salían a rodar juntos. También participó en carreras para aficionados, y era dueño de una enorme colección de bicis.

Hoy se ha sabido de su muerte, todavía por motivos no demasiado claros. Más allá de sus películas, siempre me acordaré de esa charla y, sobre todo, de su pasión por la bicicleta y el activismo.

Le pregunté por el futuro del mundo, por el cambio climático, y por su opinión sobre cómo se resolverá el asunto… ¿Es optimista o pesimista? “Las dos cosas”, me dijo. “Mi madre era una enferma del optimismo, y mi padre, un pesimista radical. Así que… depende del momento. Hay días en los que pienso que todo se está yendo al carajo, y otros en los que estoy convencido de que, entre todos, lograremos salir adelante. ¿Sabes cuándo sale más a la luz esa división? Cuando veo los tsunamis, los terremotos, las grandes catástrofes que machacan a miles de personas inocentes. Primero, me quiero tirar por la ventana pero, después, veo los esfuerzos de mucha gente por reconstruir casas o ayudar a recomponer un poco la situación y me siento orgulloso del ser humano. Es algo bipolar, conflictivo y extremo… Pero así soy”.