Ciudades

Bicicletas, tráfico y peligrosidad

Una web de seguros publica un estudio que apunta que el 56% de los españoles considera que el tráfico es más peligroso desde que hay más bicis en las calles. Rebatimos sus conclusiones con datos.

La información ha ocupado estos días un importante espacio en algunos de los principales medios de comunicación. Entre las noticias sobre las elecciones generales y sus hipotéticos pactos de gobierno y los incendios de Asturias, un dato llamativo: el 56% de los españoles considera que la presencia de las bicicletas ha aumentado la peligrosidad del tráfico en las ciudades.

El estudio, realizado por la web de seguros acierto.com, señala que la conflictividad entre conductores y ciclistas se extiende también a los peatones, que ven amenazado su espacio y su seguridad en las aceras. Entre las ciudades que muestran una percepción más negativa del impacto de las bicicletas en el tráfico se encuentran Barcelona (69,8%) y Bilbao (66,7%). Por su parte, Madrid (59,5%) y Valencia (56,8%) se sitúan por encima de la media nacional. Por el contrario, San Sebastián es la única ciudad que se posiciona como una ciudad mayoritariamente a favor de los ciclistas, donde un 66,7% de los habitantes ha descartado que usar este transporte haya incrementado la peligrosidad, según ha informado Europa Press.

Los ciudadanos, según el estudio, perciben la bicicleta como un medio de transporte “más peligroso y lento que los vehículos a motor”. De hecho, un 16,2% de los encuestados descarta usar la bicicleta en sus desplazamiento diarios por considerarlo “demasiado peligroso”, mientras que un 14,6% ha afirmado no usarla por “falta de tiempo”. Un 72% considera necesario extender la obligatoriedad del casco a todos los ciclistas (actualmente sólo lo es para los que se desplazan en vías interurbanas y los menores de 16 años).

Los hechos

Desde Ciclosfera hemos dudado de si hacernos eco o no de un estudio que sigue transmitiendo la vieja y falsa idea de que la bicicleta es peligrosa. Pero dada la gravedad de algunas de sus afirmaciones, hemos querido ofrecer nuestro punto de vista al respecto. Una opinión apoyada en datos y, lo que es más importante, en la experiencia que nos aportan los años que llevamos moviéndonos en bicicleta por la ciudad.

  • Vincular bicicleta con peligrosidad es un ejercicio de cinismo que sólo puede ser fruto de la ignorancia. Tener que decirlo una vez más resulta tan obvio que casi sonroja: lo peligroso no son la bicicletas, sino los coches. Especialmente aquellos conducidos por ciudadanos que no respetan al ciclista y que circulan a gran velocidad por nuestras calles. Son los mismos que están convencidos de que el asfalto les pertenece, y que no están dispuestos a cambiar su manera de desplazarse por nada del mundo, a pesar de los alarmantes niveles de contaminación y ruido que nos obligan a sufrir a todos los demás ciudadanos y al número de víctimas que provocan cada año.
  • El 50% de los desplazamientos urbanos en Europa son de menos de tres kilómetros, y un vergonzante 10%, de menos de 500 metros, según datos del IDAE. Distancias perfectamente asumibles en bicicleta o incluso a pie, sin necesidad de contaminar ni gastar gasolina. Utilizar el coche para absolutamente todo, algo muy extendido en España, es lo verdaderamente peligroso e insostenible.
  • El número de ciclistas muertos en vías urbanas sigue siendo infinitamente menor al de los ciclistas fallecidos en carretera. Cierto es que ha aumentado sensiblemente, fruto de que cada vez son más los ciudadanos que deciden usar la bici como medio de transporte y de la falta de cultura ciclista en España. Pero el alarmismo que transmiten estudios como este, amplificados constantemente por los medios de comunicación, no se corresponde en absoluto con la realidad y hace un flaco favor a los que luchamos por conseguir ciudades más habitables para todos.
  • Obligar a los ciclistas urbanos a llevar casco, tal y como sostiene el estudio que defienden siete de cada diez encuestados, aparte de ser una medida insólita en Europa -e incompatible con sistemas como la bicicleta pública-, nos llevaría a una espiral absurda . ¿Ponemos casco a todos los peatones, dado que muchos mueren atropellados cada año? ¿También a los propios conductores? ¿Obligamos a los usuarios de piscinas públicas a usar chalecos salvavidas para evitar los ahogamientos que se producen cada verano? La propia Comisión Europea ha desaconsejado claramente tal obligatoriedad, que ya intentó introducir la DGT (conchabada, oh, sorpresa, con las principales empresas del lobby automovilístico y aseguradoras). De hecho, y tal y como se ha comprobado en los escasos países en los que se obliga a los ciclistas urbanos a usar casco, como Australia, una medida de esas características sólo provoca un descenso drástico en el número de ciclistas urbanos. Y un dato: de los 46 ciclistas muertos en 2014, sólo 14 de ellos no llevaban casco. Al resto, desgraciadamente, les sirvió de poco.
  • Ir en bicicleta no sólo no es más lento, sino que, de hecho, es mucho más rápido que moverse en coche. Así lo han demostrado infinidad de estudios -como el que señaló que en el centro de una ciudad como Madrid la velocidad media del tráfico es de 9 km/h- y  así lo comprobamos día a día todos los que la usamos como medio de transporte urbano. Llegamos antes a nuestro destino, más despejados y más felices, mientras lo usuarios de coche pierden tiempo y dinero buscando sitio para aparcar.
  • Si existe un conflicto entre bicicletas y peatones es por culpa de la absoluta desidia e inoperancia de muchas administraciones públicas, que siguen viendo la bicicleta como un pasatiempo para el fin de semana y no como una verdadera alternativa al vehículo privado, construyendo aceras-bici que quitan espacio a los peatones o dedicando irrisorias partidas de los presupuestos a infraestructas testimoniales y anecdóticas que no invitan a los ciudadanos a subirse a la bicicleta. La razón que lo explica es, quizá, que la gran mayoría de políticos no se mueven jamás en bicicleta, sino en caros y contaminantes coches pagados por todos los ciudadanos. Es a ellos a los que hay que quitar espacio en aras de una mayor seguridad. Los ciclistas urbanos también somos peatones, y a pesar de que existen ciclistas incívicos, la mayoría estamos concienciados de que el peatón es y debe ser el rey absoluto de la jerarquía urbana.
  • Las compañías de seguros como la que ha financiado el estudio llevan mucho tiempo afanadas en tratar de vender seguros para ciclistas a toda costa. Su sueño húmedo pasa porque éstos sean obligatorios, a pesar de que los pocos países que lo implantaron en su día, como Suiza, acabaron por rectificar. Y para ello, nada como transmitir la idea de que los ciclistas nos jugamos la vida cada día.

Transmitir la idea de que la bicicleta es peligrosa forma parte de un estudiado plan para frenar su uso. Pero tenemos malas noticias para sus responsables: no lo van a conseguir. Nos asiste la fuerza de la razón. Sabemos que las ciudades más avanzadas del mundo ya están apostando por limitar el tráfico a motor en el centro de las ciudades o incluso por prohibir su acceso completamente. Y es a ellas a las que nos queremos parecer cada vez más. Ya sea por una cuestión de salud pública, de respeto al medio ambiente o de economía, necesitamos más bicicletas y menos coches en nuestras calles. Necesitamos ciudades más humanas, amables y silenciosas. Y estamos seguros de que lo vamos a conseguir, por muchos estudios que sigan intentando poner zancadillas a golpe de talonario.