Cultura ciclista

Lámparas ciclistas, hágase la luz

Creadores que dan forma a increíbles lámparas ciclistas partiendo de viejas piezas. Un negocio rebosante de ingenio. Sí: hay vida, mucha vida, más allá de la "muerte".

Por su forma. Por la sensación de rodar sobre ella. Por la libertad que aporta. O, simplemente, porque su belleza es incomparable a la de cualquier otro vehículo. La bicicleta es una obra de arte. Un objeto de culto cuyo encanto y posibilidades permanecen ante el paso del tiempo.

Muchos diseñadores o artesanos quieren dar a cada una de las piezas que conforman una bicicleta una nueva vida, transformándolas en objetos que no sirven para desplazarse de un lugar a otro, pero sí para paliar otra necesidad imprescindible: la de alumbrarnos en la oscuridad.

Diversión sobre el escritorio

"Se me ocurrió crear una lámpara ciclista en 2013", cuenta el diseñador Peter Belso, afincado en Hungría y que ha causado sensación con su particular y divertido diseño. "La idea nació cuando vi que a mi hija no le gustaba sentarse en el escritorio para hacer los deberes. Varios amigos me sugirieron crear una lámpara de varios colores para motivarla". Belso, con 17 años de experiencia en el diseño de muebles, fundó dos años más tarde la empresa Industrial Kid, a través de la cual hoy vende a su ingeniosa creación.

La lámpara de escritorio de Peter Belso.
La lámpara de escritorio de Peter Belso.

La lámpara de Belso se enciende con las manetas de freno y cuesta 99 euros. Para hacerla realidad puso en marcha una campaña de crowdfunding en IndieGogo, que resultó todo un éxito. En abril, y ya con el dinero necesario para fabricar su lámpara en serie, comenzaron los envíos. ¿Vendrán más productos? Belso tiene claro que la bicicleta es una inagotable fuente de inspiración. "Soy triatleta y Ironman", cuenta con orgullo, "y en mi tiempo libre restauró viejas bicicletas de los 80".

Joya barcelonesa

En Barcelona, el argentino Ramiro Sobral pasó de reparar bicicletas a despiezarlas para crear verdaderas obras de arte. Hace y vende sus lámparas en El Ciclo, un precioso local en el corazón de la capital catalana donde, además de un servicio de alquiler de bicicletas y recorridos pedaleando, despacha sus preciosas creaciones.

Una de las lámparas ciclistas de Ramiro Sobral, de El Ciclo.
Una de las lámparas ciclistas de Ramiro Sobral, de El Ciclo.

"Empecé a hacer las lámparas cuando abrí la tienda de bicicletas", recuerda. "Guardaba en casa cientos de partes viejas, con la intención de que sirvieran de decoración. Creé cinco lámparas, y se vendieron bien: un cliente de Australia, otro de Sudáfrica, otro de Irlanda… Empecé a hacer más y más, a vendérselas a gente de medio mundo y acabé cerrando el taller de reparación para dedicarme a lo que más me gusta, el proyecto ‘Bicicletas que vieron la luz".

La nueva belleza

Ramiro ama trabajar con viejos componentes. "Cada pieza tiene su propia belleza. El objetivo es darles una nueva vida, y no permitir que terminen en la basura. Estas creaciones tendrán una vida mucho mas larga que la mía", vaticina. "Lo que distingue a mis obras es que están formadas, únicamente, por partes de bicicletas recicladas. No hay ni un tornillo ni nada que no proceda de ahí. Además, no hago soldaduras: todo esta ensamblado o atornillado, y no utilizo pinturas, sólo color metal y óxido".

Desde Los Angeles, en EE UU, Carolina Fontoura (conocida artísticamente como Facaro) también crea lámparas que causan sensación. "Empecé a usar viejos componentes de bicis para hacer arte en 2003, pero no fue hasta 2007 cuando creé la primera lámpara como parte de mi tesis de fin de carrera de Bellas Artes", cuenta.

Facaro, junto a una de sus creaciones (foto: Lindsay St. Antoine).
Facaro, junto a una de sus creaciones (foto: Lindsay St. Antoine).

"En un principio, utilizar piezas de bicicleta fue una manera de disponer de materiales muy accesibles. Por aquel entonces estaba muy metida en el mundo de la bici, del punk y de la cultura del Do it yourself (hazlo tú mismo), así que era lógico trabajar con cuadros, ruedas, platos y descubrir las miles de cosas que se podían hacer con ellos", explica. “Con el paso de los años he aprendido a dominar un lenguaje específico para ese tipo de material”.

Fabricar cada una de sus imponentes lámparas le lleva a Fontoura entre dos y diez semanas según su tamaño, que oscila entre los 50×30 centímetros de diámetro y "llega a los 3×1,2 metros". ¿Lo más complicado de todo el proceso? En su opinión, "alcanzar la perfección utilizando un material que, por su propia naturaleza, está lleno de imperfecciones". Quizá en ello resida parte de su inconmensurable belleza.