Ciclosfera #11

Justas ciclistas: sólo puede quedar uno

Bicicletas inmensas en lugar de caballos. Ambiente festivo y salvaje. Toneladas de alcohol… y muchas ganas de fiesta. Nos adentramos en el mundo underground de las justas ciclistas.

El aire está cargado de sudor y cerveza. El público está encendido, y no es para menos. Dos hombres están a punto de batirse en duelo y sólo hay una cosa clara: uno de ellos va a comer suelo.

No estamos en el medievo ni en un episodio de Juego de Tronos sino en el Bike Kill, una fiesta callejera organizada por el Bike Label Pedal Club en Brooklyn (Nueva York) que desde 1992 reúne cada año a un sinfín de aficionados al bike jousting o, lo que es lo mismo, las justas ciclistas. Una traslación al mundo actual de aquellos choques entre caballeros que hace siglos acababa, casi siempre, con la vida de uno de los contendientes ante la mirada de nobles y reyes. Aquí no hay afiladas lanzas, sino palos de PVC. No hay reyes y plebeyos, sino apasionados de las bicicletas de toda edad y condición. Y tampoco hay muertos, aunque planea en el ambiente la sensación de que puede suceder cualquier cosa, en cualquier momento… y con cualquier desenlace fatal.

“Es una auténtica locura, aún más de lo que transmiten las fotos”

“Fui por primera vez al Bike Kill en 2006”, cuenta Konstantin, un ucraniano residente en EE UU que fotografía el evento desde entonces. “Es una auténtica locura, aún más de lo que transmiten las fotografías. He estado en infinidad de conciertos de punk con gente bailando un pogo salvaje o lanzándose del escenario, y puedo asegurar que esto es mucho, mucho más brutal. La gente se lanza comida, las bicicletas vuelan por los aires… Y pese a todo, casi nadie suele salir herido, lo que es sorprendente”.

Foto: Scott Foster.
Foto: Scott Foster.

Esa dosis de violencia festiva, descontrolada y caótica es parte del encanto del Bike Kill. Pero frente a lo que cabría pensar, la fiesta rara vez termina en incidentes con la policía de Nueva York, no muy célebre por su transigencia. “Esa tolerancia fue una de las primeras cosas que me llamaron la atención”, reconoce Konstantin. “En un Bike Kill se hacen cosas abiertamente ilegales, pero al parecer la organización cuenta con un permiso municipal y la policía prefiere no inmiscuirse”.

Vive y deja morir

A miles de kilómetros, en Seattle (Washington), los organizadores del Dead Baby Downhill también son conscientes de la necesidad de respetar las normas: nadie quiere que la fiesta acabe abruptamente. “Queremos ser libres sin que nos moleste la policía”, avisan a los asistentes. Eso no impide que a menudo se rocen (y rebasen) los límites. Scott Foster, asiduo a la cita, cuenta a Ciclosfera que acudió por primera vez al DBD sin saber lo que se iba a encontrar. “La fiesta arranca con una alleycat abierta a cualquier tipo de engendro en forma de bici”, explica. “Una vez cae la noche hay conciertos, toneladas de alcohol, espectáculos callejeros y concursos. Cada uno entraña diferentes grados de peligro, no sólo para los participantes sino también para el público”. Como no podía ser de otra manera, el plato fuerte llega al final de la noche. “Las justas son el momento más esperado”, confirma Scott. “En ellas participa cualquiera, incluso gente que no tiene apenas experiencia sobre bicis altas. Eso provoca que a menudo haya accidentes, pero ese peligro es parte de la diversión”.

“A menudo hay accidentes, pero ese peligro es parte de la diversión”

Sí: la búsqueda de la diversión explica muchas cosas. La diversión es, de hecho, el denominador detrás de todas las justas, y el motivo de la fecha elegida para la celebración del Bike Kill: siempre el fin de semana anterior a Halloween. Eso hace que los disfraces, a cada cual más terrorífico, sean un complemento tan imprescindible como la propia bici. “El hecho de que muchos asistentes vayan disfrazados no hace sino añadirle al asunto un punto más de surrealismo”, cuenta Konstantin. Y así, hordas de zombies ensangrentados, inquietantes muñecas humanas y máscaras monstruosas desfilan ante los ojos de los asistentes, en una delirante y mortífera procesión sobre ruedas.

Punks, hipsters… y desfase

¿Qué tipo de gente asiste a una alocada jornada de bike jousting? Según donde se celebre. En Nueva York, San Francisco o Portland abundan los punks y hipsters ávidos de nuevas y emocionantes sensaciones con aroma contracultural. Hacia el interior del país, la cosa cambia ligeramente. A ojos europeos, las justas de lugares como Richmond (Virginia) o Cleveland (Ohio) supuran cierto tufo ‘white trash’. Más clandestinas que las de una gran ciudad como Nueva York. Más políticamente incorrectas y, si cabe, con menos miramientos. Y sí: también, más auténticas.

Foto: Konstantin Sergeyev
Foto: Konstantin Sergeyev

Zach Gibson es uno de los fotógrafos que más y mejor ha retratado las fiestas en ciudades más pequeñas. En su web alberga un proyecto, Beyond Velodrome, con fotos sobrecogedoras tomadas en Richmond. “Su ética es puramente do it yourself (hazlo tú mismo)”, cuenta, “mientras que su estética recuerda al ambiente preapocalíptico de Mad Max”. Todo, alejado de cualquier cosa que signifique algo remotamente parecido a la rivalidad entre los participantes. “Aquí se prioriza el caos creativo frente a la competición organizada: no hay bicicletas caras ni complementos alimenticios, sólo viejas monturas recicladas y cerveza barata”.

A la europea

Pese a que EE UU es el indiscutible hogar del bike jousting, esta singular manera de divertirse también se ha exportado a este lado del Atlántico. Ciudades como Amsterdam o Bruselas acogen puntualmente este tipo de fiestas, aunque con un componente algo más lúdico y una menor sensación de peligrosidad.

Justas ciclistas – Scott Foster.
Justas ciclistas – Scott Foster.

¿Y en España? Hasta donde sabemos, nadie ha tenido la ocurrencia -o la gallardía- de importar las justas ciclistas, aunque viendo el imparable crecimiento del fenómeno es posible que no se haga esperar. “Yo participaría en una sin dudarlo”, reconoce Carlos, un ciclista madrileño. “No entiendo cómo nadie rechazaría participar en pruebas como lanzamiento de bicicletas infantiles o peleas armados con pollos… Me encanta la idea de ‘trashificar’ un movimiento que evoluciona hacia algo tan cool y limpito como es el ciclismo urbano”, explica. Lino Escuris, fotógrafo colaborador de Ciclosfera, también se sorprende al ver los impactantes retratos de las justas.  “La idea me parece brutal”, cuenta. “Si se celebrase una en España participaría seguro, pero eso sí… ¡como fotógrafo!”.

BIKE LABEL PEDAL CLUB: LOS JEFES DE TODO ESTO

Atendiendo a sus cazadoras vaqueras llenas de parches, sus pobladas barbas y sus omnipresentes tatuajes podrían pasar por rudos moteros de la América profunda. Pero lo suyo no es el rugido de los motores, sino los pedales. Son los miembros del Bike Label Pedal Club, el selecto club encargado de organizar, desde 1992, el Bike Kill de Brooklyn. Para ello dedican buena parte del resto del año a dar forma a sus trabajadas e inmensas bicicletas. Su forma de vida inspiró el documental B.I.K.E.