Cultura ciclista

Cinco razones por las que soy ciclista, no deportista

Aunque cada vez son más los que usan la bicicleta como medio de transporte en la ciudad, aún son demasiados los que relacionan exclusivamente con la práctica de ejercicio. Somos ciclistas, pero no necesariamente deportistas.

La bicicleta es para mí un medio de transporte, no un deporte. Esa es y ha sido siempre mi manera de verlo. Y sin embargo todavía hay muchos que empiezan una frase diciéndome cosas como “tú, que eres deportista…”. Pues no, no lo soy. Deportista es el valiente que se hace una ruta de 200 kilómetros. Deportistas son los millones de sufridos ciudadanos que se levantan al amanecer para ir a correr al parque con la intención de bajar unos kilos, o los que se machacan a diario en el gimnasio. Yo sigo pensando que hay que desligar de una vez esa anticuada y dañina manera de entender la bicicleta como una mera forma de hacer deporte, e incidir en lo que es ante todo: el vehículo llamado a cambiar radicalmente nuestras ciudades y convertirlas en lugares más amables. He aquí las cinco razones por las que no me considero un deportista: 1. No me visto para ello.

Jamás me he puesto un maillot, ni un cullotte, ni ninguno de esos complementos -muchos de ellos, muy caros- que se venden en las tiendas de ciclismo. Voy a todas partes con mi ropa habitual, la misma que llevaría para tomar algo con unos amigos o ir a trabajar. 2. No uso la bici para ponerme en forma.

O al menos no es para mí un factor determinante: hay razones mucho más poderosas: ahorro tiempo y dinero, disfruto mucho más del camino y elijo mis rutas prácticamente sobre la marcha. La bici es la manera más libre de moverse por la ciudad. Y si encima me encuentro bien… mejor que mejor. 3. El ciclismo profesional me aburre.

Sobremanera, además. Y prometo que lo he intentado: mi abuelo solía explicarme las virtudes del noble deporte del ciclismo mientras veíamos las gestas de Induráin, y alguna vez he puesto el Tour para tratar de encontrarle algún tipo de emoción al asunto, más allá de la siempre vertiginosa llegada a meta. Lo máximo que he conseguido es caer dormido a los pocos minutos en una interminable siesta. Sopor. 4. Fumo.

No es algo de lo que esté especialmente orgulloso, pero es así. Soy fumador desde hace demasiado tiempo y, aunque reconozco que me afecta a la hora de enfilar en bici algunas de las más empinadas cuestas de mi ciudad, por el momento no tengo intención de dejarlo, aunque sé que antes o después me tocará planteármelo seriamente. 5. No compito.

La mayor parte de las veces que pedaleo, lo hago con calma. No trato de superar ningún tipo de marca personal, ni registro mis rutas en Strava o similares. Eso no quita para que, de vez en cuando, disfrute de la sensación de probarme a mí mismo y encontrar mis propios límites, pero de nuevo son las menos. Lo importante es disfrutar del camino: las prisas que se las queden otros.