Ciudades

Casablanca: bicicletas, té y chilabas

Una ciudad muy grande, don leves desniveles y amplias avenidas. ¿Perfecta para la bici? Nada más lejos de la realidad: así es Casablanca desde dentro.

Cosmopolita, sucia, desordenada. La decadencia más absoluta junto a nuevos y enormes edificios de impoluto cristal. Una abigarrada mezcla que engancha. Siete millones de habitantes junto al mar, rodeados por una ciudad desbordada, inabarcable, que mezcla barrios populares con refinados centros de negocios firmados por arquitectos famosos.

Es en esa mezcla donde reside parte del encanto de Casablanca. Cerca de la medina hay un legado cultural inmenso de la época del protectorado: Racionalismo, les Beaux Arts, Art Decó, Brutalismo y otros estilos arquitectónicos campan a sus anchas. A la vez, arquitectura tradicional que bebe de múltiples estilos y épocas. Pero no nos engañemos: zonas de lujo con miles de enormes chalets en urbanizaciones cerradas conviven con chabolas en la acera de enfrente. Y también grandes espacios verdes, por donde pasean o juegan al fútbol sus inquietos habitantes.

Foto: Amina Tagemouati
Foto: Amina Tagemouati

Simpáticos, agradables, corteses, un poco “niños grandes” y amigos de sus amigos. Así es el variado universo humano de Casablanca. Trabajar con marroquíes no siempre es fácil: has de adaptarte a sus tiempos. Una reunión siempre tendrá café o té y pastas tradicionales, lo que puede ser un problema si no tienes un segundo. Pero rechazar un té o un café es algo que, simplemente, no puedes hacer.

En los negocios los marroquíes escuchan tus palabras y te atienden con todos sus sentidos. Si les interesa lo que les propones te abrirán todas las puertas. Una llamada de la persona indicada te facilita las cosas. La puntualidad no es su fuerte, lo que aún se complica más por el caos circulatorio y la falta de plazas de aparcamiento, con un parque móvil que aumenta incesantemente y que provoca una contaminación, ambiental y acústica, inimaginable.

La jungla de hierro

Casablanca está pensada por y para los coches. El vehículo privado convive con miles de* petit taxis,* y el transporte público no es célebre por su puntualidad. Los autobuses, viejos y descuidados, circulan a toda velocidad y sin respetar las normas. El reciente tranvía eléctrico aporta algo de modernidad, pero su red es escasa y su uso, residual. Y a todo ello se le suman los obsoletos semáforos manuales, dirigidos por un estresado guardia en cada esquina. Si eres peatón, ármate de valor.

Foto: Pedro Orihuela.
Foto: Pedro Orihuela.

El resultado de este caos son atascos permanentes. La gente se sube o baja del coche en cualquier sitio y la brusquedad es la norma. Es imposible adivinar la próxima parada, giro o cambio de carril del automovilista de turno. Los petit taxis paran donde les place, y los autobuses hacen lo mismo, imponiendo su “derecho”.

Deporte de riesgo

Circular en bicicleta es un deporte de riesgo: realmente pones tu vida en peligro y, por tanto, su uso para el transporte está destinado a los menos pudientes y extranjeros despistados (como yo, al menos al principio). Pero no todo es negativo: hay muchas bicis, sobre todo los fines de semana en las inmediaciones de la ciudad. Tampoco es raro encontrar en las polvorientas pistas del norte, centro y sur de Marruecos parejas o pequeños grupos de ciclistas procedentes de todo el mundo.

Foto: Rene Leubert
Foto: Rene Leubert

Hay bicis para todos los gustos, pero todas extranjeras. En la mayoría de ocasiones con más de un pasajero a bordo o con cargas inverosímiles. Puedes ver bicicletas oxidadas hasta decir basta, manejadas por ancianos vestidos a la manera tradicional que transportan leña, paja, animales vivos o incluso a parte de la familia. El tráfico no les importa. También son usadas por niños para ir al colegio. Las risas y persecuciones vertiginosas entre el tráfico son habituales.

En Casablanca no se producen muchos robos. Hay vigilantes muy económicos en los pintorescos aparcamientos de la ciudad, y puedes aparcar tu coche o bicicleta sin demasiados temores. En todo el tiempo que llevo aquí, jamás me desapareció nada. Eso sí: si vas por una avenida principal luciendo móvil o una despampanante cámara fotográfica, las posibilidades de sufrir un robo aumentan considerablemente.

Hacia una ciudad nueva

Casablanca está experimentando una remodelación ambiciosa. Una inversión millonaria moderniza avenidas, actualiza semáforos, instala cámaras de vigilancia y organiza el tráfico. El Gobierno se ha dado un breve plazo para resolver los problemas de circulación y parece haberse puesto a manos a la obra a marchas forzadas: todo está en obras.

Foto: Martín Álvarez Espinar.
Foto: Martín Álvarez Espinar.

En una ciudad donde en invierno las temperaturas no bajan de ocho grados y los veranos son suaves por los vientos alisios, los amantes de las bicicletas nos sentimos frustrados por no poder cogerla a menudo. Es probable que la situación no cambie en mucho tiempo: por el momento, nos conformaremos con pedalear para viajar por el interior del país, por sus interminables pistas, por sus Hammadas, sus agotadoras pistas arenosas, sus Ergs, sus macizos montañosos… Para perdernos a través de caminos revirados, interminables y polvorientos, donde cada curva es una fotografía, cada pueblo un descubrimiento y cada parada, una charla improvisada. Pero eso ya es otra historia.

UNA NOCHE EN CASABLANCA

Casablanca tiene una vida nocturna exuberante, con música y actuaciones de todos los estilos, en bares donde se sirve alcohol y que podrían estar en Londres, París o Madrid. Hay restaurantes de todas las nacionalidades que rivalizarían con los de cualquier capital mundial. Aquí viven muchos extranjeros, especialmente franceses, pero se adora tanto a Francia como a España. Todos te harán la misma pregunta: “¿Real o Barça?”. En otro orden cultural, la ciudad cuenta con pequeños museos como el judío o el Slaoui, con colecciones privadas y exposiciones de artistas conocidos de cualquier estilo y época. No hay tiempo físico de asistir a tanta variedad y calidad en lo que a oferta cultural se refiere.